Hawaii La Meca

HAWAII “LA MECA”

Textos: Leo Acevedo – Fotos: Pablo Jiménez

TODOS ALGUNA VEZ HEMOS SOÑADO CON VISITAR LAS MÍTICAS ISLAS DE HAWAII, Y QUIENES HEMOS TENIDO LA SUERTE DE IR, ENTENDEMOS QUE ESTE LUGAR SE TRATA DE MUCHO MÁS QUE SOLO UN DESTINO OBLIGADO. HAY QUIENES DESDE MUY NIÑOS COMIENZAN A HACER CARRERA EN “LA MECA” DEL SURF MUNDIAL. LA MAYORÍA DE QUIENES QUIEREN SER PARTE DE LA ELITE, SABEN LA IMPORTANCIA DE HACERSE UN NOMBRE EN ESTE PARAÍSO. BIEN LO HAN ENTENDIDO ALGUNOS CHILENOS QUE EN CADA TEMPORADA PONEN A PRUEBA SUS HABILIDADES Y HACEN LO IMPOSIBLE PARA GANAR SU LUGAR EN LAS OLAS MÁS SOBREPOBLADAS DEL PLANETA. UNO DE LOS HITOS IMPORTANTES DEL SURFING CHILENO TUVO LUGAR EN ESTAS ISLAS Y FUE GRACIAS AL ÍMPETU Y OSADÍA DE RAMÓN NAVARRO AL CORRER LA OLA MÁS GRANDE DEL EVENTO MÁS IMPORTANTE DE ESTA DICIPLINA “EDDIE AIKAU”. EN ESTA OCASIÓN, LES MOSTRAMOS ALGO DE LO QUE FUE LA TEMPORADA DE INVIERNO PARA PABLO JIMENEZ, NICO VARGAS, GUILLE SATT, Y CRISTIAN MERELLO.

Hace ya 10 años tuve la suerte de viajar por primera vez a Hawaii. En aquel entonces formaba parte de una reconocida marca que en cada temporada de invierno (noviembre-marzo) tenía una casa justo en frente de la ola más famosa del planeta, Pipeline. Fue todo un privilegio que pocos latinos pueden tener, y, en mi caso, gracias a la gestión de Ramón Navarro pude quedarme un buen tiempo allí.

Fui espectador y actor a la vez en todo este mundo nuevo para mi. Es muy especial la sensación de estar allí, en playas míticas y rodeado de los mejores surfers del mundo. Solo el nombre y la historia de este lugar te hace sentir cierta presión o responsabilidad. Para estar ahí en primera fila se debe demostrar trabajo y actitud, cosa que paulatinamente pude lograr en mi viaje que duró cerca de un mes y medio.

Al principio me costó adaptarme al crowd, por estar acostumbrado a correr en largas olas de puntas y con poca gente. Cuando llegas a Hawaii, eres uno más y no tienes ningún privilegio. Para mi quizás fue un poco mas fácil, por el hecho de ser parte de una de las marcas más relevantes del mercado del surf y que tienen su casa al frente de la ola, te da cierta visibilidad y posición entre la comunidad surfer.

A propósito de estas casas, se da una dinámica muy curiosa en su día a día. Además de los miembros del team, los surfers locales, algunos muy bravos, pueden entrar y salir de estas casas sin necesidad de pedir permiso. Pasan a tu lado y con suerte saludan. Pero esto va cambiando a medida que te topas con ellos en todos lados y, sobre todo, si eres capaz de demostrar coraje en el agua. Esa es la única manera de obtener su respeto.

Recuerdo una anécdota. Estuvimos ese invierno muchos jóvenes de casi la misma edad viviendo en la casa, algunos locales hawaianos y otros extranjeros. Un día el mar estaba pequeño, y un australiano venía saliendo de su tercera sesión cuando fue encarado por un hawaiano de nuestra misma edad. El local le recriminó al extranjero que solo surfeaba cuando el mar estaba chico, y, cuando estaba grande, ni siquiera se metía al mar. El australiano se quedó calladito y los siguientes días, que el mar creció, se metía sin pensarlo. En ese momento entendí a fuego cuál era la dinámica del lugar. El privilegio de hospedarse en estas casas team no es gratis, y tienes que hacer valer el motivo por el cual te puedes quedar allí. No se si estará bien o sea correcta esta dinámica, pero los locales lo disponen así, y ellos en la isla son amos y señores.

Parte de la experiencia diaria era lidiar con todas estas costumbres propias de la isla, pero otra parte era lo que sucedía en el agua. Hay muchos mitos e historias sobre la agresividad de los surfers locales. La verdad es que a mí no me tocó ver ninguna pelea durante mi estadía, pero sí vi dos veces como ponían en regla a turistas un poco afiebrados. La verdad es que me sorprendió el hecho que dentro del agua todos tenían claro cuál era el lugar que a cada cual le correspondía. Había un orden de prelación, los locales al cacho, los no locales – pero que van todos los años- un poquito más abajo, seguido de los “pro”, luego los “pro” que van por primera vez y, a la cola, los turistas o “kooks”, como también se les llama. Ese es el orden, y se respeta.

Como contaba antes, me tocó un poquito más fácil que a otros la adaptación, ya que estar al frente de la ola te permitía relojearla a cada minuto del día, y aprovechar las ventanas de poco crowd. También me ayudó el saludo en el agua de algunos locales que pertenecían al mismo team que yo, y a veces me gritaban la ola: Go Leo! Go! jajajjajaja. Eso era maravilloso. Ese aliento te daba una tremenda ventaja en el agua sobre otros surfistas que estaban en la misma que yo.

A medida que fue pasando el tiempo, pude entender cómo funcionaba la cosa, y disfrutar más las sesiones de surf y todo lo positivo que te rodea en ese paraíso. Siendo muy sincero, no pude ganarme la bomba que soñaba en “Pipe”, pero pude meterme algunos buenos tubos y conocer otras olas excelentes, que no son tan famosas, pero son filete y con un poco menos de gente.

Casi al final del viaje, tuve la suerte de ser recibido por Kohl Christensen, en su casa que es una granja autosustentable. Le llamaban “The Land”. Allí conocí a surfistas reales, de esos que trabajan como chinos todo el año, y cuando vienen las crecidas gigantes son los primeros en entrar al agua. Ellos me enseñaron que el surf es una pasión y que cada uno lo vive de diferente manera, pero debes hacerlo siempre por amor y por superarte a ti mismo.

Como la granja estaba algo alejada de las olas, teníamos que levantarnos temprano para surfear. Pasabas a recoger una fruta fresca a algún árbol de la granja para empezar el día. Durante este último lapso del viaje compartí con otros chilenos que estaban alojados en la casa de Kohl (Chungales y Cristóbal) que se transformaron en mis compañeros de sesiones y de aventuras. Recuerdo un auto muy viejo que teníamos, al que había que sacarle los bornes de la batería para no quedar en pana, y solo podíamos usarlo durante el día, ¡porque no funcionaban las luces! jajajaja

Otra historia que recuerdo, y que me causo mucha risa, fue una sesión que hicimos en “Jackos” con Cristóbal. El mar estaba gigante y no nos dimos cuenta del tamaño de las olas hasta que estuvimos adentro. Empezamos a pagar y pagar, una tras otra, y en un momento muy asustados por que no dejábamos de capear olas, lo único q me tranquilizó fue verle la cara a mi amigo que estaba peor que yo. Su cara de pánico lo decía todo, y me vino un ataque de risa que no podía parar, mientras seguíamos pagando y pagando…. Jajajajajaja, al final salimos derrotados pero muertos de risa de la tallita.

Mi viaje a Hawaii fue solo ganancia, y no solo por el hecho de estar allí, en primera fila, sino porque pude también conocer parte de su cultura y ganarme el cariño de algunos locales, gente muy linda que me hizo entender el verdadero significado de la pasión por el surf.